Una de las cuestiones en las que menos reparamos cuando nos ponemos al volante es la comodidad que debe tener el conductor para actuar sobre los mandos del vehículo. Más allá de la importancia de adoptar una postura correcta, está la elección del vestuario adecuado para la conducción. Unas prendas demasiado ceñidas a nuestro cuerpo o, por el contrario, unas ropas que cuelguen por todas partes, pueden suponer una molestia a la hora de conducir.
Pero si hay una prenda de vestir sobre la que no siempre se presta la debida atención, esa es el calzado. De cómo sean los zapatos que calzamos y de su estado pueden depender en buena manera nuestras acciones sobre los pedales y, por tanto, las respuestas que obtendremos por parte del vehículo.
El calzado más adecuado para la conducción es aquel que resulta ergonómico, esto es, que sirve para que el conductor accione los pedales con la fuerza y la precisión necesarias para obtener del vehículo la respuesta que espera. Para que esto sea así, el zapato que calzamos debe reunir al menos estas características:
Flexibilidad. Debe adaptarse a los movimientos de nuestro pie resultando una segunda piel que transmita al exterior los gestos y acciones realizados por el conductor.
Firmeza. Debe servir para transmitir la fuerza que ejerce el conductor sin absorberla substancialmente. De lo contrario, una acción realizada de forma dura por el conductor, por ejemplo en una frenada de emergencia, podría quedarse en una simple caricia sobre el pedal.
Sujeción. Debe sujetarse al contorno del pie, sin permitir excesivas holguras ni mucho menos separarse del pie.
Comodidad. Debe resultar agradable aun con el paso del tiempo. De no ser así, poco a poco nuestras acciones se irán haciendo toscas y el vehículo responderá con movimientos bruscos.
Transpirabilidad. Debe permitir que la piel respire. De lo contrario el recalentamiento excesivo de los pies puede incomodar al conductor e incluso ponerlo nervioso y distraerlo de su actividad principal: el manejo del vehículo.
Para ponerle una cara visible a algunas de estas características, podríamos hablar de ciertos modelos de calzado.
Pero si hay una prenda de vestir sobre la que no siempre se presta la debida atención, esa es el calzado. De cómo sean los zapatos que calzamos y de su estado pueden depender en buena manera nuestras acciones sobre los pedales y, por tanto, las respuestas que obtendremos por parte del vehículo.
El calzado más adecuado para la conducción es aquel que resulta ergonómico, esto es, que sirve para que el conductor accione los pedales con la fuerza y la precisión necesarias para obtener del vehículo la respuesta que espera. Para que esto sea así, el zapato que calzamos debe reunir al menos estas características:
Flexibilidad. Debe adaptarse a los movimientos de nuestro pie resultando una segunda piel que transmita al exterior los gestos y acciones realizados por el conductor.
Firmeza. Debe servir para transmitir la fuerza que ejerce el conductor sin absorberla substancialmente. De lo contrario, una acción realizada de forma dura por el conductor, por ejemplo en una frenada de emergencia, podría quedarse en una simple caricia sobre el pedal.
Sujeción. Debe sujetarse al contorno del pie, sin permitir excesivas holguras ni mucho menos separarse del pie.
Comodidad. Debe resultar agradable aun con el paso del tiempo. De no ser así, poco a poco nuestras acciones se irán haciendo toscas y el vehículo responderá con movimientos bruscos.
Transpirabilidad. Debe permitir que la piel respire. De lo contrario el recalentamiento excesivo de los pies puede incomodar al conductor e incluso ponerlo nervioso y distraerlo de su actividad principal: el manejo del vehículo.
Para ponerle una cara visible a algunas de estas características, podríamos hablar de ciertos modelos de calzado.
No conduzcas, que llevas chanclas
A menudo vemos conductores calzados con unas simples chanclas de ir a la playa. Es un calzado cómodo y, desde luego, transpirable. Sin embargo, las suelas de este tipo de zapatilla distan mucho de ser flexibles y, lo más importante, el pie queda literalmente suelto, con lo que un inoportuno resbalón del pie sobre la suela puede acabar en un buen susto cuando estamos al volante.
Tacones
No hay duda de que más de una chica siente que sus tacones forman parte de su forma de ser. Eso está muy bien, siempre y cuando sepamos distinguir el momento en que nos ponemos al volante. Con tacones, el punto de apoyo del pie cambia radicalmente y se hace inestable, por lo que la precisión necesaria para accionar los pedales desaparece.
Con las botas de currar
Afortunadamente, cada vez más trabajadores empleen los llamados EPI, entre ellos, los zapatos y botas de seguridad. Es una de las bases para la prevención de riesgos laborales en sectores como la industria y la construcción. Sin embargo, no todos los calzados de seguridad resultan aptos para el manejo de vehículos. Algunos zapatos y botas de suela y puntera reforzadas tienen el inconveniente de resultar demasiado rígidos para la conducción, por lo que si el trabajador debe conducir en el ejercicio de sus funciones conviene evaluar este punto antes de decidir la compra del calzado.
La delgadez de las chinas
Este tipo de calzado resulta cómodo y flexible. Sin embargo, por la delgadez de la suela puede resultar algo incómodo a la hora de manejar el embrague. Con todo, esta es una cuestión de gustos personales. Hay gente que me comenta que las zapatillas chinas son el mejor calzado para conducir y yo soy incapaz de ponérmelas ni siquiera para mover el coche unos metros.
Entonces, ¿cuál es la opción correcta? Sencillamente, no existe una única respuesta, sino unos criterios que conviene tener presentes (los mencionados antes: flexibilidad, firmeza, sujeción, comodidad, transpirabilidad). Yo utilizo bambas de lona siempre que puedo, aunque también zapatos flexibles. Otros calzados, por el contrario, me los reservo para aquellas ocasiones en las que sé que no voy a coger el coche.
Y si por cualquier razón tengo que ponerme los zapatos de los domingos y echarme a la carretera, no dudo en echar mano de un calzado de recambio. La mecánica del proceso es simple: llego al coche, me pongo unas bambas y guardo los zapatos en el maletero. Al llegar a mi destino, me cambio en un momento.
El cambio de calzado es una manera de hacer típica de muchas personas, especialmente mujeres que por su trabajo prefieren ponerse zapatos de tacón y no pueden acceder a este invento de la página web I love Sheilas:
En efecto: se trata de unos zapatos de tacón plegable. Mientras eso no nos llega, es mejor ir cambiándose los zapatos antes de ponernos al volante.
Y aunque resulte una obviedad, nunca está de más recordar que nuestro calzado debe estar limpio y seco. De lo contrario, al ejercer fuerza sobre los pedales, especialmente sobre el pedal del embrague, puede ocurrir que la suela resbale y perdamos el control de nuestro vehículo, lo que nos puede llevar a un choque de lo más tonto. Si está lloviendo, haremos bien en pisar con fuerza algo de suelo seco antes de subir al coche y, una vez en el interior, golpear repetidamente la alfombrilla del vehículo para acabar de secar la superficie de contacto del calzado con los pedales.
1 comentario:
Hola ? Conducco una ambulancia del 112 y axisto a acidentes en todo tipo de superficies, que me pongo unas zapatillas de conductor y unas botas de bombero.
Saludos
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