Leo la noticia de que dos jóvenes fallecen en accidente de tráfico tras adquirir uno de ellos, el día anterior un coche de, según el periódico, 230 caballos y que su anterior dueño había modificado para participar en competicion, más concretamente rallyes. Por desgracia a nadie le extrañan este tipo de noticias. De todos es conocido que la mezcla juventud y caballos, desbocados, nunca ha sido la mejor y mucho menos lo es si esta se pone en practica en lugares tan públicos como son es una carretera nacional con la noche como testigo.
Lejos de concretar el caso concreto del fallecimiento, dejemos el beneficio de la duda ya que múltiples circunstancias pudieron estar detras, en la gran mayoría de estos casos el exceso de confianza en las dotes de los jóvenes, y otras veces no tan jóvenes, al volante provoca situaciones no deseadas. No es lo mismo conducir con cien caballos bajo el capot que hacerlo con dos cientos treinta, por utilizar como ejemplo la noticia en concreto, y no es lo mismo hacerlo con un tracción delantera que hacerlo con un tracción trasera (en la noticia se hace referencia a que el coche en cuestión era un Ford Sierra). En este último caso, ya de por si, lo delicado de la tracción posterior implica que no sea tan sencillo de llevar y mucho más cuando se tratan de superar todos los límites establecidos incluso los propios.
Haciendo un poco de autocrítica, en estos casos la especie humana roza la estupidez. El hecho de comprarse un coche potente no implica que debamos volar por las carreteras y que debamos convertirlas en nuestros propios tramos sin tener en cuenta al resto de usuarios que convertimos en posibles víctimas. Nadie está libre de tener un accidente y las causas pueden ser múltiples, muchas debidas al conductor y otras muchas no. En el segundo de los casos muchas veces poco se puede hacer pero en el primer caso con sólo no tratar de emular a Carlos Sainz sería bastante para no llegar a un momento trágico.
Noticia La Voz de Galicia
Lejos de concretar el caso concreto del fallecimiento, dejemos el beneficio de la duda ya que múltiples circunstancias pudieron estar detras, en la gran mayoría de estos casos el exceso de confianza en las dotes de los jóvenes, y otras veces no tan jóvenes, al volante provoca situaciones no deseadas. No es lo mismo conducir con cien caballos bajo el capot que hacerlo con dos cientos treinta, por utilizar como ejemplo la noticia en concreto, y no es lo mismo hacerlo con un tracción delantera que hacerlo con un tracción trasera (en la noticia se hace referencia a que el coche en cuestión era un Ford Sierra). En este último caso, ya de por si, lo delicado de la tracción posterior implica que no sea tan sencillo de llevar y mucho más cuando se tratan de superar todos los límites establecidos incluso los propios.
Haciendo un poco de autocrítica, en estos casos la especie humana roza la estupidez. El hecho de comprarse un coche potente no implica que debamos volar por las carreteras y que debamos convertirlas en nuestros propios tramos sin tener en cuenta al resto de usuarios que convertimos en posibles víctimas. Nadie está libre de tener un accidente y las causas pueden ser múltiples, muchas debidas al conductor y otras muchas no. En el segundo de los casos muchas veces poco se puede hacer pero en el primer caso con sólo no tratar de emular a Carlos Sainz sería bastante para no llegar a un momento trágico.
Noticia La Voz de Galicia
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