4/23/2011

La IRA y los niños…¿Cómo enseñarles?


EL LEON AFONICO

Había una vez un león afónico. Era afónico desde siempre, porque nunca había podido rugir, pero nadie en la sabana lo sabía. Como desde muy pequeño había visto que no podía rugir, había aprendido a hablar sosegadamente con todo el mundo y a escucharles, y convencerles de sus opiniones sin tener que lanzar ni un rugido, ganándose el afecto y confianza de todos.
Pero un día, el león habló con un puerco tan bruto y cabezota, que no encontraba la forma de hacerle entrar en razón. Entonces, sintió tantas ganas de rugir, que al no poder hacerlo se sintió en desventaja. Así que dedicó unos meses a inventar una máquina de rugir que se activase sólo cuando él quisiera. Y poco después de tenerla terminada, volvió a aparecer por allí el puerco testarudo, y tanto sacó al león de sus casillas, que lanzó un rugido aterrador con su máquina de rugir.
- ¡¡¡GRRRRROAUUUUUUUUUUUU!!!
Entonces, no sólo el puerco, sino todos los animales, se llevaron un susto terrible, y durante meses ninguno de ellos se atrevió salir. El león quedó tan triste y solitario, que tuvo tiempo para darse cuenta de que no necesitaba rugir para que le hicieran caso ni para salirse con la suya, y que sin saberlo, su afonía le había llevado a ser buenísimo hablando y convenciendo a los demás. Así que poco a poco, a través de su tono amable y cordial, consiguió recuperar la confianza de todos los animales, y nunca más pensó en recurrir a sus rugidos ni a sus gritos.

Autor: Pedro Pablo Sebastian

"¿Cómo controlar la ira?" en respuesta a una metáfora sobre la ira y me gustaría extender el tema de emociones negativas y la ira como ejemplo.
Antes de todo vamos a ver cómo aparecen este tipo de emociones y las emociones negativas en general. Muchas veces puedes oír: “Esto me pone nervioso”, “Me hace sentir mal”, dando por sentado que son los acontecimientos al nuestro alrededor que generan nuestras emociones. Pero si vemos este tipo de situaciones a través del enfoque cognitivo, resulta que somos nosotros mismos quien genera nuestras propias emociones con la interpretaciones que demos a una u otra situación. Mejor dicho que nuestras emociones se generan por nuestros propios pensamientos. ¡Nosotros sentimos aquello que pensamos!
Pensamientos son una especie de voz interna, todos la tenemos dentro, a veces algunos pensamientos aparecen y desaparecen tan rápido que no nos damos cuenta. Algunas personas han desarrollado la habilidad de controlar sus pensamientos, otras viven con sus pensamientos a nivel inconsciente, pero todos sabemos el resultado de los pensamientos que no controlamos.
La buena noticia es que se pueden controlar aquellos pensamientos que nos hacen perder la cabeza y dejan explotar todo tipo de emociones negativas con sus respectivas consecuencias.
¿Cómo se puede enseñar a los niños a controlar sus pensamientos negativos?
A partir de un año se puede enseñar a un niño a expresar sus emociones negativas. Los pueden hacer a través de dibujo, dibujando una cara enfadada. Al principio tienes que ayudarle a expresarse, más tarde lo podrá hacer solo en su “hoja de enfado”.
Cuando un niño empieza a hablar con soltura, puedes enseñarle a expresar su ira con palabras. Ayúdale a recordar la razón de su emoción negativa: “¿este niño te ha quitado el juguete y te has enfadado, verdad?”, “¿estás cansado y no puede caminar tan rápido, verdad?” Este es el momento de aprendizaje para encontrar el causante de este tipo de emociones. Más adelante este momento de reflexión servirá para dar un respiro y alejar tu niño de una acción impulsiva de la cual más tarde se va arrepentir.
Otro momento importante en la comunicación en el mundo de los niños es que deben saber expresar lo que quieren en vez de lo que NO quieren. Muchas veces entre llantos solo puedes oír “no quieeeeroooo” sin llegar a saber que realmente quiere tu pequeño.
Ser ejemplo para tu niño, es un punto muy importante a tener en cuenta, en situaciones críticas tu pequeño va a copiar tus ACCIONES y no tus palabras. Muéstrale tus sentimientos cuando estás enfadado con palabras, no con acciones de las cuales luego puedes arrepentirte. Y para esto hay que cuidar tus pensamientos.

Cuida tus pensamientos; se convierten en palabras.

Cuida tus palabras; se convierten en acciones.

Cuida tus acciones; se convierten en hábitos.

Cuida tus hábitos; se transforman en carácter.

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