10/01/2010

Técnicas psicológicas de rescate en intentos de suicidio.

JESÚS GUERRA1, ANA LERMA2, MIKEL HARANBURU1
1 Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico. Facultad de Psicología. Universidad del País Vasco. San Sebastián, España. 2 Médico de Emergencias. Servicio Vasco de Salud-Osakidetza, España.

El objetivo del presente trabajo es ofrecer desde la psicología unas pautas de actuación para que los profesionales de emergencias puedan abordar la situación de evitar un intento de suicidio “in situ”. Como en muchos supuestos de emergencias, hay que reaccionar rápidamente en un contexto muy estresante. Por ello, nos parece útil la propuesta de un “protocolo de actuación” con una serie de indicaciones de intervención, que aunque no se apliquen todas pueden ayudar a la actuación de los profesionales sanitarios y de emergencias. [Emergencias 2010;22:381-383]

Palabras clave: Rescate. Intentos suicidio. Intervención psicológica.

Introducción
El objetivo de una intervención de emergencia
en el caso de intento de suicidio es la anulación
de dicho intento, y dejar para un momento posterior
el estudio y tratamiento1,2, así como las medidas
de prevención que se deben de adoptar en
los casos de tentativa y de riesgo3,4. A pesar de la
necesidad de contar con pautas claras de actuación
a modo de protocolo, son escasos los trabajos
que se han ocupado de este tema5-7. La gran
diversidad y especificidad del momento de suicidio
dificulta la aplicación de técnicas concretas
que deben adecuarse e improvisarse “in situ”. El
riesgo de fracasar es muy alto y se debe asumir
desde el principio. A pesar de ello, es conveniente
tener previstas una serie de pautas a modo de
“protocolo de actuación” ya que, una vez dada,
la situación es altamente estresante y absorbente,
y es muy fácil el desbordamiento por la tensión
del momento.
La conducta suicida es muy compleja. Se puede
distinguir entre el intento de suicidio propiamente
dicho y la tentativa. En el primero, la persona
está decidida a consumar la autolisis y por
causas ajenas no se produce; en la segunda, no
existe verdadera voluntad de perder la vida, sino
más bien la de llamar la atención sobre sí misma

o sobre algún problema relacionado8. El detectar
a tiempo esta diferencia puede ser determinante a
la hora de abordar el intento de rescate9. El primero
puede ser especialmente peligroso para el
contexto donde se produce la acción, mientras en
el segundo se trata de encontrar y anular los “disparadores”
de la acción.
Para poder entender desde una cierta racionalidad
la conducta suicida, partimos de la pregunta:
¿por qué se suicida una persona? Si es un intento
real es porque no tiene esperanzas o expectativas,
e, incluso, por miedo. La alternativa de desaparecer
le compensa a la de seguir con vida y tener
que afrontar los problemas que le han conducido
a esa situación tan extrema. Para suicidarse, la
persona acepta que el morir es la mejor de las soluciones
posibles, no es la búsqueda de la muerte
en sí misma, sino que ya no encuentra salida y
que prefiere abandonar. Por tanto, antes de la
muerte biológica se tiene que producir la muerte
psicológica (cognitiva), y quizás también ya se ha
producido la muerte social, la persona no encuentra
afectos y apoyos sociales suficientes10.
También para entender esta conducta hay que
tener en cuenta la comorbilidad de muchos estados
anímicos cercanos a la depresión, tales como
la tristeza, la desesperanza, la culpa, etc., los trastornos
de personalidad, especialmente el trastorno
límite de la personalidad, otras enfermedades y
trastornos psiquiátricos, y la asociación con el uso
y abuso de drogas y sustancias estupefacientes.
Detectar el riesgo de suicidio es un objetivo básico
de la prevención, sobre todo en determinadas
poblaciones de riesgo, especialmente cuando ya
se ha producido algún intento. Como por ejemplo
las ideaciones autolíticas en pacientes oncológicos
terminales11,12.
Intervención psicológica
Obviamente, cada caso es único. Nos encontraremos
a más o menos distancia y accesibilidad
con una persona desconocida que amenaza con
suicidarse. Las situaciones también pueden ser
muy distintas: estar encerrado, estar oculto, estar
en lo alto de un puente, de un andamio, etc. Para
que pueda haber algún tipo de intervención psicológica
tiene que producirse, aunque sea mínimamente,
la posibilidad de comunicarse.
Aunque no necesariamente en este orden, procederemos
de la siguiente manera:
1. Como en toda actuación de emergencia la
primera obligación será “asegurar la escena”, esto
es, garantizar la seguridad del equipo interviniente y
del contexto. En el caso de una persona que está
amenazando con suicidarse, habrá que valorar la posibilidad
de que también ocasione daños a terceros,
incluso homicidios, ya que muchas de estas personas
estarán centradas exclusivamente en su objetivo suicida,
sin importarles otros daños colaterales.
2. Al enfrentarnos a esta situación, aunque no
contamos con mucho tiempo, deberemos recabar
el máximo de información relevante: posibles causas,
datos sociodemográficos, nombre, actividad
profesional, incluso gustos y preferencias. Si es
posible, nos podrían informar discretamente (auricular
telefónico). No se aconseja la intervención
directa de terceros conocidos, o no, de la persona
que intenta suicidarse.
3. Tenemos que establecer una comunicación
verbal y no verbal. No se trata de “razonar”: posiblemente
la persona tenga buenas razones para
acabar con su vida. Se trata de “ganar tiempo”
para cambiar su estado emocional y para controlar
su impulsividad.
4. A continuación daremos los siguientes pasos:
primero personalizar, saber como se llama y
presentarnos; segundo, establecer contacto verbal
y, si puede ser, visual ya que nuestra “arma” es la
palabra, hablar hasta que pueda haber un contacto
físico que garantice el éxito de la acción; tercero,
deberemos establecer una pre-evaluación del
caso en función de la edad, sexo, método utilizado
(precipitación, uso de arma, otros) y conocer
la motivación, posible causa, antecedentes, etc.
En función de este “prediagnóstico” podremos
utilizar unas técnicas u otras13.
5. Hay que intervenir con sentido común, pero
no está de más tener unas pautas de actuación.
Algunas de las técnicas serían las siguientes:
a. Nuestra actitud debe ser empática de respeto
e interés, con calidez y afecto, aproximándonos
lentamente, permitir llorar (relajación) y enfadarse,
no permitir gritar (descontrol emocional).
b. Distracción: preguntas del tipo ¿te encuentras
bien?, ¿tienes frío?, ¿quieres algo?, pueden
cambiar el foco de atención suicida y hacerle sentirse
atendido y cuidado. Recientemente ha sucedido
lo que podríamos denominar el “caso Spiderman”:
en Tailandia, un bombero disfrazado del
“Hombre araña” rescató de un balcón a un pequeño
de 8 años que padecía de autismo.
c. En caso necesario, hacer explícito el control
emocional: ¡tranquilo!
d. Preguntarle el por qué de su conducta con
preguntas directas y cortas: esto hace explícita la
situación, la objetiviza para la persona y la tranquiliza,
también nos ayuda a valorar el riesgo.
e. Escucha activa (nosotros frases cortas, no
debemos hablar más que la persona): debe hablar
la persona y notar que le atendemos. Podemos
repetir parte de sus palabras: ¿eso es lo que crees?
¿qué pasó?, “te entiendo”, el silencio también
actúa.
f. Hablar en positivo: “te vamos a ayudar”,
“tienes derecho a sentirte mal”. No debemos decir:
“no pienses en eso”, “no llores”, “no lo hagas”,
etc.
g. Atender a su conducta no verbal. Si es lesiva
decir: ¡piénsalo!
h. Conocer sus pensamientos y cambiar distorsiones
cognitivas: esto es lo más difícil por la falta
de tiempo y la dificultad del momento14.
i. Crear ambivalencias: Ponderar aspectos positivos
y negativos de la acción suicida. Despertar motivaciones
tanto positivas como negativas. Las consecuencias
del suicidio harán sufrir a determinadas
personas, pero también puede existir la posibilidad
de que con esta conducta se dé satisfacción a un
enemigo: ¿se resolverán los problemas?, ¿sufrirán
otras personas?, ¿no hay otra salida?, Además, hacer
énfasis de que su acción podría no tener las
consecuencias esperadas, por ejemplo, quedarse
con secuelas físicas irreversibles (tetrapléjico).
j. ¿Cómo se convierte la adversidad en ventaja?
La crisis como una oportunidad de crecer y de
aprender, los problemas no se resuelven desapare-
ciendo, la vida puede ofrecer otra oportunidad.
k. Irse ganando la confianza, acercándose despacio
y pidiendo permiso.
l. Ganar tiempo (no poner límite): ¿quieres
que hable con alguien?, ¿necesitas algo?, ¿sabes
que han preguntado por ti?
m. Empatía: trasmitirle que le entendemos, sobre
todo su estado emocional, aunque no compartimos
su decisión final. Es importante que no
se sienta prejuzgado.
n. Intentar cambiar sus emociones14. Con toda
seguridad el paciente parte de una emoción negativa
(tristeza y/o ira) convertida en autoagresividad.
El proceso sería cambiarlo a “heteroagresividad
verbal” (echar la agresividad fuera) y de aquí
a emociones positivas o neutras: “calma”, “lo vamos
a pensar mejor”.
o. Efecto paradójico: ayudarle a verbalizar sus
pensamientos y miedos, las emociones pierden
fuerza cuando se les da un nombre.
p. Negociar: Buscar posibles salidas compatibles
con la vida. Ofrecerle ganancias reales y posibles
que puedan ser interesantes para la persona
a cambio de la desestimación de su conducta: “te
pondremos en contacto con esa persona”, “te vamos
a ayudar a que no se vuelva a dar esa situación”,
“¿qué podemos hacer por ti?, etc.15.
q. Si se consigue el rescate, debería ser trasladado
sedado por una unidad de vigilancia intensiva
(UVI) móvil a un centro hospitalario para su estudio
y tratamiento, así como para su posterior
seguimiento ¡Suerte!
Conclusión
Por lo general, la intervención de rescate en un
intento de suicidio es muy compleja, ya que influyen
factores situacionales del contexto, características
premórbidas y disparadores de la conducta
suicida en la persona afectada. Todo ello puede
vivenciarse de una manera estresante por el equipo
de emergencias, que puede ser fácilmente absorbido
y desbordado por la situación. En este
sentido, el contar con un protocolo de actuación
en estos momentos que marque unas pautas de
conducta de lo que se puede y, sobre todo, lo
que no se debe hacer, puede ayudar a controlar
la situación y con ello aumentar el éxito de la intervención

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